“CREO
QUE HASTA LA CONMEMORACION DE LOS CIEN AÑOS
DE
LAS APARICIONES DE FÁTIMA,
EL
SEÑOR NOS TRAERÁ AÚN SORPRESAS
QUE
EN ESTE MOMENTO, NI NOS PASAN POR LA MENTE,
NI
POR LA IMAGINACIÓN”
El Mensaje de la Virgen en
Fátima, transcurrido en el año 1917, no fue dirigido solamente a las
generaciones de esos comienzos del Siglo XX. Destacadamente podremos decir, sin
temor a ser desmentidos, que fueron palabras dichas para nuestros días, para cada
uno de nosotros.
Con el pasar de las décadas - nos
estamos aproximando al Centenario -, se han ido confirmando cada vez más las
predicciones de la Santísima Virgen transmitidas a los tres pastorcitos, dándole
autenticidad a las que aún no se cumplieron. El Mensaje, no ha concluido su “fuerza
profética”, en el decir de San Juan Pablo II. Este Papa,
que visitó tres veces durante su Pontificado el Santuario de Fátima, tiene
numerosas e impactantes afirmaciones al respecto. En una homilía recalcaba que
el contenido fundamental del Mensaje “son la verdad y el llamado del propio
Evangelio” (13-5-1982). Alertaba en esos momentos de los intentos de apartar el
nombre de Dios del mundo, y firmemente decía que: “la Iglesia se siente
interpelada por ese mensaje”. Singularmente invitaba, hace más de treinta años,
a releerlo con el corazón amargado, apreciando cómo el pecado adquirió un
fuerte derecho de ciudadanía.
En la Misa de
Beatificación de los pastorcitos Francisco y Jacinta hacía presente los
horrores de las dos guerras mundiales, entre las tantas víctimas habidas en el
siglo pasado en: “campos de concentración y exterminio, los gulags,
las limpiezas étnicas y las persecuciones, el terrorismo, la droga, los
atentados contra los hijos por nacer y contra la familia”. (13-5-2000). No
dejaba de destacar, en esta misma homilía, de cómo la Santísima Virgen en
Fátima vino a pedir a los hombres que “no ofendieran más a Dios, Nuestro Señor,
que ya ha sido muy ofendido’”. Fue una “severa advertencia”, en palabras del entonces
Cardenal Ratzinger - después Benedicto XVI - “ante los peligros que se ciernen
sobre la humanidad”. (Informe sobre la fe, 1985)
Las apariciones en Fátima
fueron las más proféticas de las apariciones modernas; no fue la propia Santa
Iglesia que las impuso, sino que, en el decir del antiguo Cardenal Patriarca de
Lisboa, Manuel Cerejeira, “fue Fátima que se impuso a la Iglesia”.
Aproximándonos
a nuestros días, escuchemos las palabras del actual obispo de Leiría-Fátima
monseñor Antonio Marto (11-10-2007): "Fátima no se cumplió totalmente…
tenemos un camino muy abierto para Fátima, en el siglo XXI, sin con todo cerrar
puertas a las sorpresas de Dios. Creo que hasta la conmemoración de los cien
años de las Apariciones, el Señor nos traerá aún sorpresas que en este momento,
ni nos pasan por la mente, ni por la imaginación para descubrir aún más facetas
de la belleza y de la riqueza de este mensaje".
Las
“sorpresas” que aún nos podrán traer los acontecimientos no las podemos
imaginar. Podemos considerar, eso sí, en torno a los textos conocidos del
Mensaje y observando el mundo que nos rodea, que desde los tiempos de Fátima,
por un lado ha habido un progreso material que impresiona. Pero, tristemente
debemos decir que presenciamos un declinar de las costumbres como nunca antes
se había visto, encontramos a la humanidad en lo que podríamos calificar un
delirio horrible de decadencia. Las modas se degradaron, la institución de la
familia sufre una inestabilidad asombrosa, la impiedad y la corrupción moral
campean por todos lados. Prodigiosa crisis moral, que es en el fondo una crisis
religiosa. Crisis también, en la Santa Iglesia; que el mismo Benedicto XVI, sorprendiendo
a no pocos decía a través de Radio Vaticana (10-5-2010): “la persecución más
grande a la Iglesia no procede de enemigos externos, sino que nace del pecado
en la Iglesia”.
Un
malestar profundo se siente en el momento presente. Es sólo abrir los
periódicos de mañana que todo es una sorpresa. Tensiones, desorden,
descontentos; guerras y terribles convulsiones sociales de todo tipo recorren el
mundo entero.
Es
inútil que se intente disfrazar la gravedad de la hora que vivimos. Fátima se
presenta ante nosotros como una de las más trascendentales profecías de la
Historia. Un Mensaje lleno de advertencias, pero también de misericordia y de
esperanza. Son acontecimientos que se están desarrollando, es
pasado, presente y futuro.
Muchos
de los pedidos de la Santísima Virgen no han sido atendidos, especialmente el
que podríamos considerar fundamental, la enmienda de la vida: “No ofendan más a
Dios Nuestro Señor que ya está muy ofendido”. No vemos a la humanidad dispuesta,
en un acto de humildad, a golpearse el pecho y pedir perdón a Dios por los
pecados con que es ofendido. Hay un desprecio al Mensaje de Nuestra Señora. El
gran líder católico brasileño Plinio Corrêa de Oliveira, hace bastantes años,
recordaba que: “se puede decir que el Mensaje de Fátima es el olvidado por
excelencia. Olvido que no es apenas olvido sino somnolencia, indiferencia al
respecto del mensaje tal vez más importante de la historia del mundo”. Comprobamos
así que un cambio de rumbo de la humanidad pecadora se va tornando cada vez más
improbable. La degradación moral no cesa de aumentar. Desde 1917 hasta nuestros
días los pecados, tanto individuales, como públicos, como de las naciones e
instituciones, no hacen sino crecer. Esto nos acerca a la realización de las
previsiones hechas por la Virgen en Fátima: “Si atienden a mis pedidos Rusia se
convertirá y tendrán paz. Sino, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo
guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo
Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas”.
Oración
y penitencia, la Comunión Reparadora de los cinco Primeros Sábados, la
Consagración de Rusia y del mundo a su Corazón Inmaculado Corazón, fueron las
condiciones que la Santísima Virgen puso para evitar los castigos: “si atienden
a mis pedidos”. Pero, vemos con tristeza que la ofensa a Dios creció y que el
mundo no rectifica su camino hacia una regeneración moral.
Con
una luz de esperanza, en medio de los horrores y ofensas que presenciamos, el
texto de la llamada Segunda Parte del Secreto de Fátima, después de anunciar
una sucesión de calamidades si la humanidad no se convirtiese, concluye
categóricamente, sin anteponer condición alguna: “¡Por fin, Mi Inmaculado
Corazón triunfará!”, perspectiva grandiosa de la universal victoria del
Corazón regio y maternal de la Virgen María.
Terrible
hora de castigos, admirables momentos de misericordia. Volvamos nuestras miradas
a Aquella que es llamada Estrella del Mar, María Santísima, que nos guiará en
medio de las tempestades.
La Prensa Gráfica de El Salvador, 12 de mayo de 2017.
P.
Fernando Gioia, EP.
Heraldos
del Evangelio.